Erika había estado esperando sentada frente a la puerta del departamento durante tres días seguidos. Las últimas provisiones se habían terminado hace unas horas, la carne de perro no sabía tan mal, pero se había quedado sin un vigilante.
Escuchaba los sonidos de afuera: gruñidos, pasos, alarmas de autos sonando hasta que se agotara la batería, los pocos pájaros que quedaban… pero no escuchaba la camioneta. No había podido dormir desde que Álvaro se fue.
Todo lo que conocía se vino abajo desde que había sonado la primera alarma hace tres meses. Erika y Álvaro estaban sentados en la sala mirando sus redes sociales como cualquier otra noche, todo era monótono como siempre. Entre un video de gatos peleando y uno de manualidades con silicón caliente, ella encontró uno que se titulaba “Extraño suceso en un concierto”, por el número de comentarios y reacciones le dio curiosidad mirarlo. Lo empezó a reproducir: era la transmisión Live de una chica que grababa desde el celular el evento, estaba en el Zócalo de la ciudad escuchando una banda de metal, la canción que sonaba al fondo (o lo que se podía entender) hablaba sobre dioses antiguos devorando corazones y de las puertas del Xibalba abriéndose. Conforme el sonido de la guitarra y la batería iban en aumento una sombra salía del centro del escenario haciéndose más grande y la final tomando la forma de un demonio alado. Cuando la chica gira la cámara para dar su impresión del efecto especial que acaba de pasar y que su amiga saliera en el video, un hombre se abalanza sobre su amiga y se ve como le arranca la cara a mordidas. Más al fondo se ve un grupo de personas sacándole los intestinos a otra, la transmisión se corta cuando todos comienzan a correr.
Pensaron que era el tráiler de una mala película de miedo pero durante las siguientes horas más videos del evento comenzaron a subirse, en todos se mostraba una masacre de los espectadores. Incluso en las noticias presentaban fragmentos de los diferentes videos sin dar más información.
Diversos anuncios y alertas fueron emitidos en televisión, radio y redes sociales todos con el mismo mensaje: “Esta es una alerta emitida por el gobierno federal, violentos disturbios han tenido lugar en la zona centro. Para evitar más incidentes les pedimos permanezcan en sus hogares y eviten en la medida de lo posible el salir a la calle.” Nadie siguió esa recomendación, había un caos en las calles, personas corriendo, autos chocando, robos, vandalismo, muertes, todo en una sola noche.
En 24 horas los “disturbios” se extendieron fuera de la capital y los reportes de violencia y asesinatos comenzaron a incrementar rápidamente. El tío de Erika, que vivía en Estados Unidos, le mandaba videos y fotografías de los noticieros donde mostraban más “disturbios”, personas devorando a otras y cuerpos mutilados caminado por las calles. En uno de ellos se observaba al presidente norteamericano anunciando el cierre de la frontera y la movilización de las fuerzas armadas.
Un vecino de al lado les fue a tocar la puerta de manera frenética, les gritaba que salieran lo más pronto posible, que tomarán camino a un lugar seguro. Álvaro se asomó por la puerta y vio como todos los demás vecinos salían corriendo de sus departamentos, en la ventana Erika observaba a las personas correr a sus autos, a otras tratando de subirse a los microbuses que pasaban por ahí. A lo lejos se escuchó la detonación de un arma, los gritos se hicieron más fuertes. Su perro sólo ladraba y se volvía loco con todos los sonidos que percibía, incluso él sabía lo que era el olor a muerte.
Álvaro la tomó del hombro y le dijo que se tenían que irse, que tomará sus cosas, dejaron amarrado al perro a una de las patas del comedor con suficiente comida tal vez era mejor dejarlo dentro que sacrificar su vida afuera.
Al salir el caos era más perceptible, Erika estaba muy nerviosa y no podía bajar las escaleras, Álvaro la incitaba a moverse pero nada funcionaba. La tuvo que cargar para bajar, al estar corriendo por el estacionamiento encontraron a un hombre tirado en el piso, trataron de ayudarlo, pero al ver que tenía una herida en el pecho decidieron irse pero el hombre se levantó y atacó a Álvaro, Erika salió corriendo en dirección a su departamento, subió las escaleras lo más rápido que pudo y antes de que cerrará la puerta se dio cuenta que dejó a Álvaro atrás. Como pudo él regreso al departamento manchado de sangre. Después de tres días no había un solo lugar libre de las criaturas en las que se convirtieron los cadáveres.
Dentro de todo el caos de los siguientes días la pareja había logrado sobrevivir y permanecer ocultos de las criaturas y del resto de sobrevivientes dentro del departamento. Fue de gran ayuda que vivieran en el segundo piso dentro de una unidad habitacional y poder saquear los departamentos cercanos.
En una de las incursiones para buscar alimento, Álvaro notó que el número de criaturas alrededor de la unidad había descendido. Estuvieron hablando toda la noche sobre salir y buscar un nuevo lugar, ella tenía mucho miedo de ir más lejos de la zona que ya conocían, él la convenció que se quedará en el departamento mientras buscaba más provisiones, porque ya estaban casi en las últimas raciones.
Ya había saqueado las tiendas y departamentos cercanos. El plan para que Álvaro fuera a otro lugar consistía en lazar unos cohetes para llamar la atención de las criaturas (aún no consideraba llamarlos zombis porque le parecía ridículo) para poder bajar al estacionamiento y encender su auto y llegar a avenida Tláhuac.
Al paso de los días, Erika decide salir al ver que Álvaro no regresaba. Aunque su indecisión y temor le hacían preguntarse cuáles eran las probabilidades de que él siguiera vivo o si había llegado a su destino. Preparo su mochila con algo de ropa, cuchillos que tenía en la cocina, embotello la poca agua que le quedaba en el garrafón. Se asomó por las rendijas de la puerta para verificar que las criaturas no estuvieran cerca, abrió la puerta y después de tantos meses encerrada sintió la brisa de nuevo, pero ahora tenía un olor a putrefacción.
Observó la calle desde arriba, las criaturas deambulaban de un lado a otro tropezando entre ellos. Algunos miraban al cielo, otros se arrastraban por el suelo buscando algo que comer. Eran menos de los que pensaba, pudo contar al menos diez cerca del edificio y unos cuantos más dispersos en la calle. Respiro profundo y bajo las escaleras con el cuchillo en mano. Trato de no hacer ningún ruido. Le queda un escalón para bajar y tocar el cemento cuando una mano toma su tobillo, era una de las criaturas que se revolcaba en el piso. Ella empezó a gritar, el resto de las criaturas comenzó a correr a donde estaba. Trató de zafarse del que la sostenía, la criatura apretaba cada vez más y el resto se acercaba, tomó con fuerza el cuchillo y lo clavo en el brazo de la criatura, pateó su cabeza y logró escapar. Subió la escalera, entró al departamento y cerró la puerta. Las criaturas trataban de subir arremolinándose torpemente entre los escalones. Ella empezó a llorar detrás de la puerta hasta que se oscureció.
Trató de salir varias veces durante esa semana pero nunca pudo pasar por la puerta. Se resignó después del décimo intento. Se la pasaba dentro del departamento entrando y saliendo de los cuartos, entraba al baño por mera costumbre pues al no tener nada que comer su organismo empezó a deteriorarse. Se mantenía despierta esperando a que Álvaro regresara por ella o al menos que trajera lo suficiente para seguir vivos dentro de su hogar.
Estando sentada frente a la puerta recordó la noche en que Álvaro se fue. Había pocas criaturas, pero aun así no era peligroso, ella trataba de convencerlo que no se fuera que esperara un poco más, la ayuda vendría dentro de poco, pero él se negaba. Erika lloraba y lo jalaba para que no la dejara, Álvaro la empujo y se dirigió a abrir la puerta. No podía recordar que más sucedió.
Erika despertó en el piso del departamento, había dormido toda la noche sin darse cuenta. Se levantó un poco aturdida, cuando se dirigía al baño pateo algo que estaba tirado en el piso, se agachó a recogerlo: era el cráneo del perro. Olvidó que no recogió lo que quedó del animal después de comerlo, lo dejó junto al resto de la osamenta. Se dio cuenta que había más huesos de lo normal, no era un perro tan grande.
Fue al baño y volvió a sentarse frente a la puerta.