Mi estomago estaba a punto de reventar. Sentía los movimientos de mi intestino mientras mi vientre se hinchaba. Un líquido rojizo empezó a salir de mi ombligo.
Mi piel no resistió más y estalló dejando rastros de sangre y tripas por todo el cuarto. Antes de desmayarme escuché a alguien gritar:
— ¡Felicidades! Es un niño.
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